Topografía, de Daniel Tubío
Text and photos by Daniel Tubío.
Una búsqueda con método
Esta serie corresponde a un trabajo sobre la ciudad de Buenos Aires, concebido y realizado durante el período 2003/2004. El trabajo incluyó el diseño y la fabricación de la cámara estenopeica con la que se realizaron las fotografías. Con estas imágenes intento reflexionar sobre algunos aspectos de la relación que mantenemos con el espacio urbano, sobre todo con aquellos recorridos que por azar -o decisión protocolar, como en este caso- rompen la monotonía y nos llevan a territorios que nos resultan ajenos, aún cuando no estén tan distantes del lugar donde transcurre nuestra vida diaria. Un trayecto, cualquier esquina… un punto cotidiano (lugar común) para algunos, una incógnita para otros. También pretende ser una reflexión sobre el formato fotográfico y las posibilidades que ofrece la técnica estenopeica: al fabricar nuestras propias herramientas, uno de los beneficios es que las mismas -las cámaras- no tiene secretos para quien la construye y su construcción, además, puede ser hecha en función de las imágenes que se pretende conseguir.
La génesis de la serie
Esta aventura topográfica comenzó un tiempo antes de la realización de la serie con un regalo que se convirtió en un desafío. Una amiga me dio una lata de forma triangular diciéndome: “Seguramente podrás hacer algo bueno con ella”. A partir de allí, e intentando no defraudarla, comencé a pensar qué tipo de cámara podría fabricar con ese recipiente y en qué serie fotográfica podría utilizarla.
De a poco fue formándose en mi cabeza la idea -obviamente arbitraria- de que una cámara triangular sólo podría utilizarse para fotografiar esquinas. Para completar la idea y hacerla más coherente con las concepciones urbanísticas modernistas, diseñé un soporte para el negativo que sostiene un trozo de película en forma de ochava (ochava invertida porque es para obtener el negativo, visión contraria a lo que llamamos realidad).
Una vez construida la cámara se fueron desarrollando al mismo tiempo dos procesos que casi siempre son contemporáneos en las series fotográficas que realizo: la búsqueda de los parámetros técnicos óptimos para el tipo de imágenes que quería lograr por un lado -esta etapa está descripta en la parte final del texto- y por el otro la decisión conceptual acerca de las imágenes: qué esquinas iba a fotografiar, dónde lo iba a hacer y por qué las elegía.
La búsqueda de las esquinas
Entonces, durante el lapso que duró la puesta a punto de la cámara, iba pensando cómo seleccionar las esquinas y con qué criterio. El espacio general estaba resuelto prácticamente de antemano desde que uno de los temas recurrentes en mi fotografía es la ciudad de Buenos Aires, ciudad en la que vivo y que amo como lugar. Una ciudad lo suficientemente grande como para tener una vida cultural incomparable y lo suficientemente humana para albergar aún barrios -como en el que vivo, Saavedra- en los que la gente saca sus sillas a la vereda en verano para tomarse unos mates1.
Se desechó de entrada la idea de buscar esquinas “tradicionales” o famosas para evitar caer en algún tipo de cliché turístico. Y de repente, asociando ideas, surgió la respuesta. Lo más interesante fue que la idea fue “sugerida” por la misma cámara, para ser más exactos, por su forma: el triángulo. Recordé las películas en donde detectives y policías hacen triángulos sobre mapas para encontrar sospechosos y casi inmediatamente decidí el procedimiento: triangular con la cámara sobre un mapa de Buenos Aires y dejar que el azar (resultado del método) decidiera las esquinas a ser fotografiadas.
Compré un mapa de Buenos Aires, el más grande que encontré en los kioscos de revistas y comencé la tarea. El primer dilema era decidir el punto de partida de la triangulación y elegí el cruce de calles de Av. Rivadavia y Biedma, cruce en el que se encontraba la clínica en la que nací (ahora funciona allí un servicio médico de alta complejidad) Para justificar esta elección podría argumentar que la esquina elegida se encuentra a escasos 700 metros del centro geográfico de la ciudad, pero en realidad esta elección, arbitraria como cualquier otra, propone un inicio subjetivo para un posterior desarrollo que juega con las pretensiones de “objetividad” propias del medio fotográfico.
Ubicado el centro, lo demás fue sólo sistema: apoyar la cámara-triángulo con un vértice en ese cruce y dibujar un triángulo sobre el mapa hacia el norte. Luego repetir la operación apoyando la cámara sobre cada vértice dibujado y volver a triangular hasta llegar al límite de la ciudad. La operación se repitió tres veces más: desde el centro hacia el este, hacia el oeste y hacia el sur. La ciudad quedó cubierta de triángulos y con 22 cruces de calles señalados que debían ser los sitios a fotografiar a lo largo del trabajo.
El trazado de los triángulos fue generando una trama sobre el mapa, correspondiente a un recorrido posible entre las esquinas, recorrido éste inabordable desde el espacio real de la ciudad, –salvo para algún explorador urbano2 – porque el mismo atraviesa manzanas en diagonal y no respeta los espacios definidos para el tránsito.
La obtención de las fotografías
Una vez resueltos los aspectos técnicos de la cámara y definido el recorrido a realizar, sólo restaba hacer las fotografías. Se definió además que la posición de la cámara sería la misma para todas las tomas: la cámara paralela al piso y a una altura equivalente a la altura de mis ojos (otra vez la subjetividad aplicada al trabajo), aproximadamente a 1,65 mts del suelo.
Se hizo una investigación previa sobre los recorridos necesarios –eso sí, respetando las vías de circulación– y la forma más adecuada de acceder mediante el transporte público a cada uno de los sitios donde debían realizarse las tomas. Al mismo tiempo se realizó también una pequeña investigación informal entre allegados y amigos sobre las características de aquellos barrios acerca de los cuales no se tenía ninguna referencia, para poder prevenir problemas de seguridad, acceso o circulación, por un lado, y para planificar el día de la semana y horario más adecuados para realizar la expedición, por el otro. Toda esta investigación fue documentada concienzudamente y está resumida en cuatro hojas tamaño A4 que corresponden a las “hojas de ruta” utilizadas para el trabajo. En estos documentos figuran: los cruces seleccionados y la forma de llegar a ellos en transporte público, referencias sobre los distintos barrios (si es que se tenía alguna previamente a concurrir al lugar), las fechas y horarios en que se fueron realizando las tomas y observaciones adicionales sobre la preproducción y la producción del trabajo.
Hay que tener en cuenta que por las características de la cámara sólo podía hacerse una toma por vez y era necesario planificar todo correctamente para aprovechar al máximo cada salida. Aclaremos que Buenos Aires es bastante grande y un recorrido entre un extremo y otro de la ciudad puede demandar a veces casi dos horas de viaje.
En el cruce inicial se realizaron 4 fotografías, dirigiendo la cámara hacia un punto cardinal distinto cada vez, para registrar el espacio circundante en su totalidad e “imitar” el gesto realizado en el mapa: moverse hacia los cuatro puntos cardinales. En el resto de las intersecciones registradas, el punto desde el cual se realizó la fotografía fue elegido por el autor entre los posibles (cuatro en la mayoría de los casos, aunque muchas intersecciones en la ciudad poseen 3 o 5 esquinas). En este punto la subjetividad se impuso otra vez.
Las 25 fotografías finales fueron realizadas en un período de aproximadamente dos meses y medio –mayo/julio de 2004- Sólo en una ocasión hubo que volver a realizar una toma que no fue correctamente expuesta; para el resto de las imágenes un sólo viaje fue suficiente.
Sobre la muestra
La serie completa, además de las 25 imágenes de los 22 cruces de calles, incorpora el mapa original en donde se trazaron los triángulos y se definieron las esquinas (Mapa de 1,25 x 1 mts) y las “hojas de ruta” utilizadas para el trabajo.
Esta serie fotográfica fue expuesta por primera vez en agosto del 2004 en el Museo Histórico Saavedra de la Ciudad de Buenos Aires, y luego, en el año 2007, fue mostrada nuevamente en la Fotogalería de la Universidad de Palermo, en mayo y en la Sala de Exposiciones de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires en noviembre. El público de las tres muestras fue diferente, ya que se trata de tres ámbitos muy distintos en cuanto al perfil de los asistentes. Sin embargo, y esto es una de las cosas que rescato del trabajo, en los tres casos se me acercó gente para hacer comentarios sobre la muestra con inquietudes semejantes. Por un lado la sorpresa de ver en las fotos lugares que ni siquiera podían reconocer como pertenecientes a la Ciudad, por ejemplo sucedió muchas veces con la foto de Castañares y Goleta Julia.
Por el otro, y en la dirección contraria, todos encontraban algún lugar que conocían bien, por estar cerca de los sitios en que vivían o trabajaban e inclusive algunos encontraron en alguna foto -¡sorpresa!- su propia casa retratada.
Esto me llevó a pensar que esto, que había empezado como un desafío y con mucho de juego, se había convertido de alguna manera en un registro documental -si bien parcial y reducido- muy interesante y peculiar, y funcionaba muy bien en relación con el aspecto más fuerte que sigue teniendo la imagen fotográfica: su relación con el referente, su carácter de documento y su interpretación -o apropiación, seria mejor decir- por parte del espectador, como un reflejo de su propia experiencia.
Las cuestiones técnicas del trabajo: la puesta a punto de la cámara
La posición de ochava invertida de la película dentro de la cámara suponía un desafío técnico interesante. Esta posición de la película sumada al tiro de la cámara genera un ángulo de visión de aproximadamente 160º, lo que permite, parado en una de las esquinas de un cruce de dos calles, obtener al mismo tiempo una imagen que contenga a las otras tres esquinas. Pero esto trae aparejadas una serie de cuestiones a resolver.
La luz que atraviesa el estenopo recorre distintas distancias entre las diferentes zonas del negativo, que mide 6×22 cm aproximadamente. Por esta razón, para encontrar el diámetro del estenopo que optimizara la definición en las imágenes había que buscar un promedio entre todas las distancias para realizar el cálculo. Así llegué a un estenopo de diámetro 0,25 mm lo que le otorga a la cámara un número f 360. Este diafragma propone tiempos de exposición bastante largos y aquí me encontré con otra cuestión: los tiempos de exposición largos combinados con la película ubicada en formato de ochava -posición en la que el film refleja luz sobre otras zonas de sí mismo durante la exposición- daba como resultado negativos demasiado poco contrastados. Comencé a experimentar con distintas películas, exposiciones y reveladores hasta que dí con la combinación ideal: película HP5 plus de Ilford, ISO 400, expuesta a ISO 1600 y revelada con D76 puro 111/2 minutos a 22º C. Las pruebas de cámara y película para llegar al resultado deseado duraron aproximadamente 6 meses.
Las copias finales fueron hechas por mí sobre papel blanco y negro base fibra utilizando una AGFA Repromaster 1300 para ampliar los negativos. La Repromaster es una cámara de reproducción que puede ampliar o reducir originales opacos o transparentes. Hasta hace algunos años era un dispositivo indispensable en la industria gráfica y hoy se ha convertido en un caso más de desecho tecnológico debido al advenimiento de la digitalización de los sistemas de impresión.
- Para más datos sobre esta costumbre ver wikipedia [↩]
- Nombre dado a los integrantes de algunos grupos que realizan recorridos y exploraciones “imposibles” en la geografía urbana: entrar en edificios protegidos, explorar sistemas de cloacas, cruzar la ciudad atravesando las azoteas de los edificios, etc. En general registran esas acciones en fotografías o videos y luego las hacen públicas a través de Internet. N del A [↩]